Casi 500 corredores tomamos la salida del recorrido largo a las 10:30 en un ambiente gélido y con mucho “cierzo”, viento típico en esta época del año.
Los 16 km de la prueba larga en la que participé apenas tenían dificultad. El recorrido estuvo siempre bien balizado y transcurría casi siempre por sendas forestales.
Las subidas no tenían un gran desnivel ni eran muy prolongadas. La mayor dificultad fue la subida a San Simón por el Puig Ladrón. El acumulado para esta carrera en cuanto a metros positivos fue de 370, siendo la cota más alta a 663m.
Las bajadas tampoco se hicieron muy técnicas, más bien eran cómodas y rápidas para la poca destreza que suelo tener para éstas.
Era una carrera cómoda y rápida, de las trails que suelo catalogar como de mucho correr y poco escalar en las que disfruto mucho.
Tuve la osadía de tomar la salida habiendo estado 48 horas antes con 39º de fiebre debido a una gripe.
Los primeros kms salí a un ritmo elevado, como si por mi cuerpo no hubiera pasado ningún proceso gripal, pensando en hacer un buen tiempo final.
Desde el primer metro tenía dificultades respiratorias debido a la mucosidad, pero yo ya contaba con eso y no le daba importancia.
La gran cura de humildad y aprendizaje vino en el km9 cuando superé la máxima altitud de la prueba y estaba sin aliento ni fuerzas en las piernas como para continuar hasta la meta, a casi 7km aun de distancia. Ahí me di cuenta que no estaba recuperado para hacer este esfuerzo y fue una temeridad por mi parte el tomar la salida.
Otra carrera más y sobre todo una buena lección, menos mal que no se trataba de una ultra ni era un entrenamiento en solitario por ninguna zona poca transitada sino lo que fue sufrimiento y agonía podrían haberse tornado en algo peor.
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